El don de la vocación

Con ocasión de la LI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra el IV Domingo de Pascua, 11 de mayo de 2014, el director general del Regnum Christi y la Legión de Cristo y los directores generales de las ramas consagradas han escrito esta carta para todos los miembros del Movimiento. El mensaje del Papa Francisco para este día se puede leer aquí.

¡Venga tu Reino!

MOVIMIENTO

REGNUM CHRISTI

_________

 

7 de mayo de 2014

A los miembros del Regnum Christi

Muy estimados en Jesucristo:

Estamos empezando el mes dedicado a la Santísima Virgen María, todavía con la alegría de la canonización de dos papas, San Juan XXIII y San Juan Pablo II. La vocación de estos dos grandes santos y la celebración el próximo domingo de la LI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, nos mueven a compartir con toda la familia del Regnum Christi unas breves reflexiones que nos ayuden a renovar la conciencia del don de nuestra propia vocación.

Cuando reconocemos el amor que hay detrás de un don, la alegría y la gratitud brotan casi espontáneamente y es difícil contener el deseo de compartir con los demás aquello que se ha recibido.


El don de la vocación: acto de amor de un Dios que ama y llama

Cada vocación supone la existencia de Alguien que llama y alguien que es llamado. Qué importante es no dejar de asombrarnos del hecho de tener un Dios que piensa en cada uno de nosotros y nos llama. El documento final del Congreso Europeo sobre las Vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada ofrece algunas reflexiones sobre este tema que nos pueden ayudar: «la vocación es el pensamiento providente del Creador sobre cada creatura, es su idea-proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la creatura» (Nuevas vocaciones para una nueva Europa n. 13). Nuestro ser está íntimamente ligado a un acto de amor que llama a la existencia: existimos porque somos amados y llamados.

Esta verdad es fuente de profunda alegría, da sentido a nuestras vidas y responde al deseo de Dios que, como nos enseña el Catecismo: «está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 27).

Cuando reconocemos, acogemos y vivimos el don de la vocación a la que cada uno ha sido llamado, nos convertimos en testigos de un Dios que sale a nuestro encuentro y entra en diálogo con nosotros, un Dios que «en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas» (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1).


La riqueza de la diversidad de vocaciones

Como fruto de nuestro camino de renovación, hemos crecido en la conciencia de la riqueza que cada vocación particular comporta. Tanto en la Iglesia, como en nuestra familia espiritual, vemos que «existen diversas vocaciones que […] manifiestan la imagen divina impresa en el hombre […] y responden a las varias exigencias de la nueva evangelización, enriqueciendo la dinámica y la comunión eclesial» (Nuevas Vocaciones para una nueva Europa n. 12).

La promoción vocacional no se limita a una vocación en particular, se debe «dirigir cada vez más a la promoción de todas la vocaciones, porque en la Iglesia de Dios o se crece juntos o no crece ninguno» (Nuevas Vocaciones para una nueva Europa n. 13).

Todas las vocaciones son necesarias para la extensión del Reino de Dios: «son precisos padres y madres abiertos a la vida y al don de la vida; esposos y esposas que testimonien y celebren la belleza del amor humano bendecido por Dios; personas capaces de diálogo y de “caridad cultural” para transmitir el mensaje cristiano mediante los lenguajes de nuestra sociedad; […] sacerdotes de corazón grande, como el del Buen Pastor; […] apóstoles consagrados, capaces de sumergirse en el mundo y en la historia con corazón contemplativo, y místicos tan familiarizados con el misterio de Dios como para saber celebrar la experiencia de lo divino y hacer ver a Dios presente en la vorágine de la acción» (Nuevas Vocaciones para una nueva Europa n. 13).

Las secciones del Regnum Christi, están llamadas a ser comunidades vivas en las que crezcan, se fortalezcan y desarrollen, todas estas vocaciones que componen nuestra Iglesia. En el mensaje del Papa Francisco escrito para la Jornada Mundial de las vocaciones que se celebra el próximo 11 de mayo, domingo del Buen Pastor, nos recuerda que: «la vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno» (Mensaje para la LI Jornada Mundial de Oración por las vocaciones).


La pastoral de escucha y el acompañamiento

Es parte de nuestra misión de apóstoles del Reino, ayudar a cada persona con la que nos encontremos a descubrir el plan de Dios y emprender el camino que el Señor le propone. Para ello, es necesario que aprendamos el arte de la escucha y el verdadero acompañamiento. En palabras del Papa Francisco: «Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu […] Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida» (Evangelii Gaudium n. 171).

De la alegría de la propia experiencia de Cristo en la vida consagrada, en la vida religiosa y sacerdotal, y también en el compromiso cristiano en el Movimiento, brota una actitud de querer invitar a otros a hacer la misma experiencia.

Pidamos al Señor, nuestro Buen Pastor, la gracia de estar siempre atentos a su Voz; que renueve en nosotros la certeza de que, hoy como siempre, sigue llamando a seguirle en las diversas vocaciones que Él mismo suscita. Pidamos todos los días al Señor que envíe apóstoles y vocaciones a su Iglesia.

Que la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, los bendiga en este mes y que nos alcance el don del Espíritu Santo como lo hizo sobre la Iglesia primitiva mientras se preparaba para Pentecostés.

Suyos en Cristo,

  1. Eduardo Robles-Gil, L.C., Jorge López, Gloria Rodríguez