Regnum Christi Internacional

“Cristo nos llama para ser como Juan, Pedro, Santiago… quiero responder a esta llamada, quiero ser uno de ellos y con ellos”

Cristina González y el curso internacional de formadores en Tierra Santa

Se llama Cristina González, es de Sevilla, tiene 19 años y estudia Ingeniería Industrial. Ella, junto con 28 chicas más, cinco consagradas y un sacerdote que les acompañó de capellán, ha participado en un curso internacional de formadores (IFC) del Regnum Christi en Tierra Santa.

El IFC es una experiencia única del Regnum Christi vivida en un ambiente internacional. Se trata de un curso que busca ser un momento decisivo en la vida de los jóvenes formadores, para que estos se enamoren de Cristo y puedan descubrir cuál es su misión en el Regnum Christi y en la Iglesia. A este curso en Tierra Santa asistieron 28 chicas de ocho países diferentes: México, Brasil, Chile, Colombia, Argentina, Polonia, Estados Unidos y España.

Cristina es formadora en dos equipos: uno de bachillerato con unas chicas que se acaba de incorporar al Regnum Christi, “por lo que hemos trabajado mucho en la transición ECYD-Reino”, y otro con sus amigas más íntimas del colegio. Además, también colabora en la formación de responsables del ECYD y en la sección de jóvenes. Ella nos cuenta en esta entrevista que se lleva de este cursillo de formadores de Tierra Santa “tres grandes certezas en el corazón que espero que me acompañen para siempre: que Cristo vive, que Dios es sencillo y que somos verdaderos apóstoles de Cristo”.

¿Puedes contarnos algo de la temática del curso internacional de formadores?

El tema principal del cursillo era vivir la experiencia del misterio de Cristo, el apóstol. Para adentrarnos en este misterio se hacía una combinación de tres temas principales: Sagradas Escrituras, vida actual del mundo en el siglo XXI y el carisma de Regnum Christi. Todo ello haciendo una peregrinación por la Tierra Santa.

En resumen, no fue un viaje turístico ni una peregrinación ordinaria, fue tener la experiencia real de la Tierra Santa, esa que Jesús eligió para encarnarse, nacer, morir y resucitar, esa tierra formada por las piedras vivas que son las que la sostienen con lo único que tienen, una vida entregada a Cristo.

¿Qué habéis visitado en Tierra Santa?

Pues como hemos aprendido, la Tierra Santa no es como tal un lugar o un país, sino una combinación de regiones donde tuvo lugar la historia de nuestra salvación. Principalmente estuvimos en nuestra primera semana en Jerusalén y la segunda en Galilea. Esta última fue mi preferida. En Jerusalén, visitamos Belén (perteneciente a Palestina), Samaria, Betania, el Monte de los Olivos, Betfagé, Getsemaní, la mezquita de la Roca (la famosa cúpula dorada que corona Jerusalén) y la cual tuvimos la oportunidad única de visitar, el Muro de las lamentaciones, el Cenáculo, hicimos el camino de Emaús (18 kms. a pie) para sentir de verdad al Señor caminando con nosotros, el desierto del Wadi-Quelt, el Jordán donde renovamos nuestros votos del bautismo, el Mar Muerto, Jericó, el Santo Sepulcro y la Vía dolorosa.

En Galilea, donde nos quedamos en Magdala que en sí es lugar para visitar (la ciudad de María Magdalena), Nazaret, la Primacía de Pedro, Tabgha, Cafarnaúm y Domus Galilaeae (la casa de los Neocatecumenales).

Pero como he dicho anteriormente, todos estos lugares acompañados con una formación sobre lo que había tenido lugar en ellos, un tiempo para la oración personal de cada una y sobre todo testimonios de personas que habitan esos lugares santos y que compartían su historia con nosotros para que pudiésemos ver cómo Dios actuó a través de ellos.

¿Cómo te va a ayudar esta experiencia del curso internacional de formadores en tu vida de Reino y en la sección de Sevilla?

En este curso internacional hemos tenido muchísimas actividades en las que compartíamos el día a día de cada una de nuestras secciones, los apostolados que llevábamos a cabo, nuevos proyectos, en que áreas deberíamos crecer… Sin embargo, a mí, lo que me ayudó más fueron las conversaciones cotidianas que tuve tanto con las chicas del curso como con las consagradas. Sobremesas, paseos, discusiones, etc. me hicieron enriquecerme de cada una de las secciones.

Traigo una lista larga de proyectos, apostolados y ciertas cosas que he visto en otras secciones y que me gustaría compartirlos con los de mi sección. Pero sobre todo me llevo un fuego muy grande dentro del corazón de sentido de pertenencia a un lugar y ese lugar es el Regnum Christi.

Y ese fuego… ¿qué te llevas en el corazón de este cursillo tan especial?

Creo que es imposible ponerlo en palabras, porque para mí sigue siendo increíble lo que he vivido. Pero me llevo tres grandes certezas en el corazón que espero que me acompañen para siempre.

La primera es que Cristo vive, está vivo. Y no en la Tierra Santa, ni en el Santo Sepulcro, ni en las piedras de Cafarnaúm, sino en la Eucaristía. Él se quedó en un simple y ordinario trozo de pan para que todo aquel que quiera buscarlo, lo encuentre y para todo aquel que quiera acercarse a Él. No hace falta hacer grandes peregrinaciones ni viajar miles de kilómetros, Cristo vive en el Sagrario que tengas más cerca y, sobre todo, en nuestros corazones: nuestros corazones son la verdadera Tierra Santa.

La segunda es que Dios es sencillo, simple. Dios no se complica. Esto lo aprendí del párroco de la única iglesia católica de habla hebreo en Jerusalén. En la capilla solo tenía lo necesario, la Palabra, la cruz, el altar y el Sagrario. El Señor le dice a Marta en Betania: “Marta, Marta, te preocupas por tantas cosas y solo una es importante”. No había entendido este evangelio hasta que llegue allí. Para acercarnos al Señor necesitamos ser sencillos, simples, sin complicaciones con un corazón humilde, entrar por la puerta estrecha, vaciarnos de todo lo que no sea Suyo para llenarnos de Él. Como dice la canción: “Más de ti, Menos de mí”.

La última es que somos verdaderos apóstoles de Cristo. Estamos llamados a entregarnos a Él totalmente, como Él se entregó a nosotros, de semejante manera. Y cuando me encontraba a la orilla del Mar de Galilea me imaginaba a Jesús conversando, riendo y predicando a los apóstoles de la manera más amistosa y humana que uno pueda imaginar. Porque imaginar su relación con cada uno de los apóstoles emociona. Y es que Cristo nos llama para ser como Juan, Pedro, Santiago… Me imaginaba como habrían pasado noches enteras hablando con Él a la orilla de ese mar y se me ponían los pelos de punta. Y quiero responder a esta llamada, quiero ser uno de ellos y con ellos, caminar según su Voluntad.

Fuente: regnumchristi.es

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