Regnum Christi Internacional

Miércoles 16 de septiembre de 2020 – Nadie se salva sólo.

Siempre voy a necesitar de

Santos Cornelio, Papa, y Cipriano, obispo, mártires.

H. Erick Flores, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ayúdame, Señor, en este rato de oración a lograr ese silencio interior que tanto necesito para escuchar tu voz.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros:

‘Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado’. Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: ‘Ése está endemoniado’. Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Este hombre es un glotón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores’. Pero sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Siempre he deseado ver tu rostro, pero es probable que muchas veces te has cruzado conmigo y no te he reconocido. ¿Qué he de hacer para reconocerte ahora? Posiblemente necesito estar en silencio. Me puedo proponer alejarme del ruido externo a mí, cuando aún es más difícil el callar por dentro. Sí, para saber que para caminar en las circunstancias de mi vida es necesario el silencio, ahí donde llego a escuchar los latidos de un corazón vivo. Al verte, al reconocerte, ya sea en la Eucaristía, un ser querido o amigo, pueda sentirme tan cerca de Ti que contagie una alegría, alegría que convoca e invita a ser mejores personas.

Nadie se salva solo; entendiendo estas palabras puedo darle un sentido a la comunidad. Siempre voy a necesitar de Ti y bien lo sabes, para eso enviaste a Juan el Bautista, pero lo mataron. ¿A quién envías a mi vida? Sí, a mi familia, a los sacerdotes y religiosos, a las personas de buena voluntad. En ellos puedo encontrar tu rostro.

También, puedo ser un mensajero de tu palabra para tantas personas necesitadas. En el mundo millones de personas sufren y hoy es más evidente el sufrimiento en la sociedad. Tal vez, con mi actitud, obras, pensamientos, palabras, puedo consolar un poco más a la humanidad.

«Jesús, con un poco de ironía les dice: Pero vosotros sois como esos niños sentados en la plaza que dicen a los demás: “os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado un lamento y no os habéis golpeado el pecho”. Pero, ¿nada os parece bien? Solamente la rigidez de las ideas y el “siempre se ha hecho así”. Esta es la ortodoxia de esta gente que cierra el corazón a las novedades de Dios, al Espíritu Santo. Esta gente no sabe discernir las señales de los tiempos. Quieren una Iglesia, querían eso, una sinagoga, una Iglesia cerrada rígida, no abierta a las novedades de Dios. En cambio, el otro comportamiento, el de los discípulos, de los apóstoles, es un comportamiento de libertad, la libertad de los hijos de Dios. Por lo tanto, tienen resistencias al inicio. Pero esto no solo es humano, es una garantía de que no se dejen engañar por cualquier cosa y después con la oración y el discernimiento encuentran el camino. Porque siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, hasta el fin del mundo.»

(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2018 en santa Marta).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy mostraré mi preocupación sincera por un ser querido.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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