Regnum Christi Internacional

Sábado 18 de septiembre de 2021

semilla

H. Luis Alejandro Huesca Cantú, LC.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, ¡ven a mi corazón! Abre mi mente, abre mis labios, abre mi corazón. Mi boca quiere proclamar tu alabanza y anunciar tu nombre en toda la faz de la tierra.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola:

“Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno  pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!”.

Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esta parábola?”. Y él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, sólo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

La parábola significa esto: la semilla es la palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cada uno de nosotros tiene una relación personal con Jesús. Y la forma en que nos relacionamos con Él es única para cada uno de nosotros. De hecho, cada uno de nosotros tenemos una manera propia en la que nos dirigimos a Dios. Cuando me pongo de rodillas frente al sagrario, me dirijo a Jesús como “Señor”. También, cuando hago reverencia al crucifijo, le digo: “Jesús, en ti confío”, como aquellas palabras que aparecen en la imagen de Jesús de la Misericordia.

Seguramente, tú también te diriges a Él con una expresión similar, como por ejemplo “Dios mío” o simplemente “Jesús”. En realidad, esto no es tan importante. Lo verdaderamente importante es que tengamos una relación cada vez más cercana con Dios, que experimentemos cuánto nos ama. Y en el Evangelio de hoy, nos encontramos con una pregunta que demuestra cómo era la relación de sus discípulos con Él. Ellos le preguntan: «¿Qué significa esta parábola?» (Lc 8,9)

Esta pregunta, aunque parece insignificante es el motivo por el que Jesús nos explica la parábola. Es una pregunta que demuestra cuánta confianza le tenían sus discípulos. Parece que sus discípulos, eran tan cercanos a Él que no tenían miedo de hacerle una pregunta tan simple. Es más, esta pregunta nos ayuda a descubrir más claramente el corazón de Cristo, el cual es como el de un sembrador que lanza la semilla en cualquier lugar. ¡Sí! Él lanza la semilla, y lo único que necesita de nosotros es que removamos todo lo que estorbe para que pueda crecer esa semilla que, recordemos, es Él quien la siembra.

 

«La parábola del sembrador es un poco la “madre” de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra. Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importar el desperdicio. ¡Así es el corazón de Dios! Cada uno de nosotros es un terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra, ¡sin excluir a nadie! La Palabra es dada a cada uno de nosotros. Podemos preguntarnos: yo, ¿qué tipo de terreno soy? ¿Me parezco al camino, al pedregal, al arbusto? Pero, si queremos, podemos convertirnos en terreno bueno, labrado y cultivado con cuidado, para hacer madurar la semilla de la Palabra. Está ya presente en nuestro corazón, pero hacerla fructificar depende de nosotros, depende de la acogida que reservamos a esta semilla. A menudo estamos distraídos por demasiados intereses, por demasiados reclamos, y es difícil distinguir, entre tantas voces y tantas palabras, la del Señor, la única que hace libre. Por esto es importante acostumbrarse a escuchar la Palabra de Dios, a leerla. Y vuelvo, una vez más, a ese consejo: llevad siempre con vosotros un pequeño Evangelio, una edición de bolsillo del Evangelio, en el bolsillo, en el bolso… Y así, leed cada día un fragmento, para que estéis acostumbrados a leer la Palabra de Dios, y entender bien cuál es la semilla que Dios te ofrece, y pensar con qué tierra la recibo».

(Palabras previas al Angelus de S.S. Francisco, 12 de julio de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

 

Sembrar la semilla de esperanza y alegría de la palabra de Dios en una conversación que tenga con un amigo o un familiar.

Despedida

 

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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